domingo, 1 de agosto de 2010

OVNIs perseguidos y derribados. ¿Presagio de una guerra próxima?

Hace ya varios años, en pleno furor ufológico de los 90, el que esto escribe (Scott Corrales) produjo varios artículos sobre los encuentros entre la fuerza aérea de los EE. UU. y los objetos que conocemos como OVNIs, sin importar que la procedencia de los mismos haya sido extraplanetaria o extradimensional. Aunque la USAF llegó a afirmar durante el régimen del presidente Clinton que no existían planes para contrarrestar una posible invasión extraterrestre entre los miles de posibles escenarios bélicos considerados por el Pentágono, la evidencia disponible al público sugiere algo completamente distinto.


Los militares estadounidenses no sólo han diseñado varios sistemas para la detección de objetos provenientes del espacio exterior, sino también han diseñado varios elementos de la Iniciativa de Defensa Espacial (SDI, por sus siglas en inglés) con el propósito de repeler amenazas provenientes del espacio o con bases en el espacio. Mucho antes de fraguarse cualquier intento de defensa a nivel planetario, los superordenadores Cray del Pentágono ya habían asignado símbolos para posibles emplazamientos militares en la Luna y en cualquier punto orbital donde fuese necesario colocar armamento bélico. (Journal of Atomic Scientists, 1997)

Aunque el pretexto en aquella época que parece tan remota consistía en "ganarle a los rusos", no había rusos en la Luna ni en ningún otro punto orbital, así que ¿contra quién nos defendíamos?

Disparando contra lo inexplicado

Ya no es cosa de rebuscar libros y revistas olvidadas para encontrar evidencia de los encuentros armados entre los ejércitos del mundo y lo desconocido. Dichos casos siguen sucediendo en nuestros días sin que el público general se entere.

En la noche del 23 de febrero de 2001, a las 10:45 p.m. un objeto rojo, ovalado, de grandes dimensiones, cuya cubierta superior se asemejaba "a las torres de un gran castillo oscuro", voló de oeste a este sobre la población de Collaroy en Nueva Gales del Sur, Australia, antes de perderse en el mar.

La aparición del objeto tampoco fue fugaz: los testigos pudieron contemplarlo por casi quince minutos desde las calles de Collaroy. El aparato desconocido emitía un ensordecedor ruido "parecido al de cien motocicletas arrancando a la vez" que causó que muchos de los ciudadanos saliesen a ver de qué se trataba. El estrépito conmocionó a los huéspedes de un hotel en dicha ciudad, que pudieron seguir la trayectoria del intruso desde las ventanas de sus habitaciones.

¿Se trataba, acaso, de un vehículo averiado?

La fuerza aérea australiana informó que cuatro objetos cuya descripción coincidía con la del "ruidoso" de Collaroy habían sido detectados horas antes el mismo día sobre la ciudad de Darwin, en el extremo norte del continente australiano. La detección de los mismos produjo el scramble de cinco cazarreactores de la RAAF cuyas instrucciones eran clásicas: "interceptar, pero sin disparar", sólo que en esta oportunidad las reglas del juego cambiarían un poco.


Los cazas de la RAAF pudieron acercarse lo suficiente a los cuatro objetos extraños, que giraban sobre sus bases al desplazarse y tenían forma hemisférica rematada con una pequeña torreta superior (casi una modificación del clásico platívolo de McMinnville, fotografiado sobre dicha ciudad estadounidense en la década de los '50).

El informe de la fuerza aérea australiana indicó que uno de los cuatro intrusos llegó a volar lado a lado con uno de los interceptores, avanzando al mismo ritmo -detalle sumamente desconcertador para el piloto- antes de "saltar" sobre el avión para ocupar su retaguardia. Fue entonces que se produjo el momento más estremecedor del encuentro entre los aparatos bélicos de nuestro mundo y los extraños objetos voladores: uno de los interceptores disparó una ráfaga de balas contra uno de los OVNI sin producir ningún daño aparentes.

La persecución OVNI continuó en dirección hacia el sur, pero los aviones de guerra se vieron obligados a desviarse hacia la base aérea Richmond para repostar combustible. Horas más tarde, los vecinos de Collaroy presenciarían la llegada del objeto ruidoso.

Al día siguiente, aparatos de la fuerza aérea y marina australianas sobrevolaron Collaroy repetidamente; un enorme avión de carga voló a una velocidad y altura considerablemente bajas sobre la región con sus compuertas de carga abiertas, como tratando de localizar algo.

Los investigadores Bill Chalker y Peter Khoury no tardaron en desplazarse hasta Collaroy para confirmar los hechos y entrevistar a los testigos. Se produjo la curiosa casualidad de que el lugar en el que se desvaneció el OVNI ruidoso -sitio conocido como Elanora Heights- tenía fama de ser un sitio preferido por los objetos extraños para aparecerse y desaparecerse. Los habitantes de la zona habían dado parte a las autoridades a mediados de los '90 sobre "explosiones de luz" y objetos brillantes que se materializaban allí antes de desplazarse vertiginosamente hacia el oeste o el norte.

Chalker y Khoury descubrieron que los vecinos de Elanora Heights habían sufrido experiencias sumamente raras por causa de este punto de materialización y desmaterialización: en una ocasión se produjo una "onda" que hizo parecer que toda la tierra hacia el noroeste se ondulaba como si fuese agua. Dos vecinos cuya casa se encontraba sobre un acantilado se vieron "proyectados" unos 10 metros hacia el suroeste, de manera que les era posible ver el patio de la casa de sus vecinos, algo que no era normalmente posible. Después de esta extraña ondulación del terreno y de la realidad visible, se escuchó la descarga de una explosión.

Pilotos a la defensiva

El 20 de julio de 1975, el comandante William B. Royce realizaba vuelos de entrenamiento con un estudiante a bordo de un T-37 sobre la base aérea Williams de la fuerza aérea estadounidense en el desierto de Mojave, cerca de la población de Chandler. Royce se encontraba enfrascado en la tarea de enseñarle a su pupilo cómo alinear el morro del avión con la pista de aterrizaje a cinco millas de distancia, cuando un objeto color anaranjado rojizo apareció de la nada y pasó de largo al T-37.

El estudiante se quejó de la falta de cortesía del otro piloto, pero Royce tomó los mandos de T-37 y ejecutó una veloz evasiva, advirtiendo a su estudiante: "No es uno de los nuestros".

El comandante tomó la decisión repentina de perseguir el objeto, a pesar de que su avión de entrenamiento carecía de armas. Revisando el reloj de combustible, el comandante decidió que sería posible alcanzar al intruso sin problemas. Al alcanzar unos cuatro mil pies de distancia de su objetivo, a una velocidad de 380 millas por hora, Royce pudo observar que se trataba de un objeto con forma de platillo, cuyo metal estaba calentado a temperaturas tan intensas que le daban el brillo anaranjado rojizo. El objeto parecía tener una especie de hendidura en que podía ser una puerta o ventanilla recesada.

Justo cuando Royce pensó en acercarse más al objeto, el platívolo ascendió repentinamente, aumentando la distancia que lo separaba del avión de entrenamiento.

El comandante y su estudiante regresaron a la base Williams, prefiriendo no comentar sobre su encuentro. Posteriormente, Royce le diría al escritor Rufus Drake: "Sé de un piloto que alcanzó a volar lado a lado con un OVNI y llegó a detectar ventanillas en el objeto... algunos de los muchachos piensan que estos intrusos provienen del espacio exterior, sin duda".

Algunos años antes, Carol Johnson, vecina de Tucson, Arizona (EUA), supuestamente presenció la persecución de un OVNI por interceptores Grumman A-7 provenientes de la base aérea Davis-Monthan. El evento, ocurrido en Febrero de 1972, se produjo sobre los cielos de Tucson; Johnson pudo ver la formación de tres interceptores acercándose al objeto desconocido, cuyas dimensiones superaban las de los aviones de guerra por mucho. Justo antes de que los interceptores alcanzasen su objetivo, el OVNI desapareció por completo, como si jamás hubiese estado.

La señora Johnson afirmó que los interceptores realizaron una serie de maniobras de búsqueda, pensando que el objeto desconocido pudo haber aterrizado repentinamente. Según el investigador Kevin Randle, afiliado en aquel momento al célebre grupo de investigación APRO, los radaristas de la base Davis-Monthan habían captado el objeto en sus radares, y también existía la posibilidad de que las ametralladoras fotográficas hubiesen captado la desaparición del objeto. Treinta años después, el silencio de la USAF sobre dicho avistamiento sigue siendo sepulcral.

Meses después, en diciembre de 1972, el capitán Richard Bowers tendría su propia experiencia con lo desconocido mientras que volaba su interceptor F-100 Super Sabre a 43,000 pies de altura al norte de Fayetteville, Carolina del Norte, ejecutando maniobras para regresar a la base aérea Pope. La torre de control de la base advirtió al piloto que alguien le venía pisando los talones, sugiriendo que podía tratarse de un piloto privado. Bowers quedó sorprendido, ya que a ningún piloto de avioneta se le ocurriría volar a dicha altura.

Al mirar hacia atrás, Bowers pudo ver un resplandor rojizo. Inclinando su cazarreactor lateralmente al virar hacia la derecha, el piloto de la USAF quedaría sorprendido al ver un objeto cuyas dimensiones correspondían casi a las de su interceptor, sólo que era circular y despedía una extraña luz roja. El interceptor trató en vano de esquivar al intruso, que parecía no tener intención alguna de despegarse de él. Por espacio de diecisiete minutos, el capitán Richard Bowers ejecutó maniobras de evasiva que jamás había realizado desde la guerra de Vietnam, virajes y caídas en picada que fueron vistas desde la tierra por los ciudadanos de Fayetteville, que no dudaron en comunicarse con su periódico y dar parte del suceso.

El OVNI se cansó de aquel juego de "gato y ratón" y se alejó vertiginosamente. Con sus reservas de combustible casi agotadas, el capitán Bowers pudo aterrizar en la base Pope. Su primera acción en tierra consistió en dirigirse a la oficina del jefe de escuadrón para decirle que los OVNI eran algo real, que posiblemente eran hostiles, y la USAF debía hacer algo para garantizar la seguridad de sus pilotos. El exabrupto le ganó una transferencia a una base militar en el oeste de EUA y que fuese dado de baja del servicio activo poco después. Bowers falleció en 1977, convencido de que la fuerza aérea conocía de sobra la naturaleza del objeto que le había atormentado aquella noche en Carolina del Norte.

OVNIS Derribados

Sin embargo, la superioridad de los objetos desconocidos no es absoluta: la iniciativa de destape de información denominada "Project Disclosure", encabezada por el ex-médico de urgencias Steven Greer, ha dado a conocer el testimonio de varios pilotos que afirman haber derribado OVNIs con sus armas.




El cabo de marina John Weygandt, uno de los testigos entrevistado por Greer para posibles vistas ante el Congreso de los Estados Unidos, declaró haber participado en las labores por recobrar un objeto de gran tamaño (veinte metros de largo por diez de ancho) que había sido derribado por elementos de la fuerza aérea peruana en 1997. Weygand recibió órdenes de resguardar el lugar del estrellamiento con un destacamento de marines.

El objeto había chocado contra un peñasco y se había incrustado en él, dejando a su paso un líquido viscoso de consistencia parecida al jarabe, pero de color verde violáceo. El objeto emitía un sonido "parecido al de un amplificador después de que se desconecta una guitarra eléctrica", según Weygandt, un zumbido que se redujo en intensidad a la par que el objeto dejaba de funcionar. A pesar de haber realizado la misión encargada, Weygandt fue blanco de hostigamiento por un teniente coronel que le hizo firmar documentos mediante los que se comprometía a nunca hablar del asunto. El cabo interino guardó silencio hasta el 2001.

Otro participante en el destape OVNI, el sargento Clifford Stone, mundialmente reconocido por sus investigaciones en torno a las operaciones de rescate "Moondust/Bluefly" de los EUA, manifiesta no estar sorprendido por estos relatos: "Los OVNIS representan una tecnología falible, hecha por criaturas tan falibles como nosotros mismos". Prueba de ello, agrega Stone, lo son los aparatos no terrestres derribados accidentalmente por sistemas de radar en tierra.

El objetivo principal del Dr. Greer y sus esfuerzos destinados a que el gobierno de EUA celebre vistas sobre el fenómeno OVNI tiene que ver con la militarización del espacio y los proyectados sistemas antimísiles. "Se nos ha informado", declara Greer en su ponencia, "Que el susodicho programa "Guerra de las Galaxias" (Star Wars) realmente tiene por mira encubrir el desarrollo de un sistema bélico diseñado para rastrear y destruir aparatos de procedencia extraterrestres mientras que estos se acercan a la tierra o penetran nuestra atmósfera".

Citando al padre de la astronáutica como la voz más estridente contra el militarismo espacial, Greer añade: "Nadie menos que Wernher Von Braun advirtió, en su lecho de muerte, sobre la locura de tal proyecto, sin que sus palabras hayan surtido ningún efecto aparente".

Parece ser que en 1974, el doctor Von Braun advirtió a su ayudante, la Dra. Carol Rosin, sobre el gran peligro que se cernía sobre la humanidad si la carrera armamentista se extendía al espacio. Curiosamente, Von Braun señaló que el gobierno estadounidense utilizaría varios pretextos, la URSS, el peligro de asteroides chocando contra la tierra, etc. -- para popularizar la iniciativa de defensa espacial entre el público estadounidense.

Pero estos sistemas defensivos que tanto temía el doctor Von Braun siguen su desarrollo a un ritmo acelerado, sobre todo después de que el gobierno de los EE.UU. anunciara en diciembre de 2001 que se desvinculaba de tratado de mísiles antibalisticos (ABM, por sus siglas en inglés) firmado por los presidentes Richard Nixon y Leonid Brezhnev en la década de los '70.


Quince años antes, en 1985, la U.S. Department of Energy pregonaba el éxito de su experimento de energía dirigida denominado MIRACL (Laser Quimico Avanzado de Medio Rango Infrarrojo), que destruyó exitosamente un lanzador de proyectiles balísticos. Después de este sistema, los EE.UU. implementaron el primer haz de partículas, experimento que involucró la irradiación de una ojiva nuclear simulada con un haz de protones de alta intensidad, resultando en la detonación del explosivo
dentro de la ojiva. En la primavera de 1989, el Láser Químico Alfa resultó exitoso durante sus pruebas iniciales como candidato para un posible arma de rayos de uso espacial.

Pero la investigación no se ha circunscrito a los mortales rayos de energía dirigida: el Lanzador Electromagnético Thunderbolt, (DC Blogger: algo parecido se vio en el film "EL PROTECTOR" (ERASER)) uno de los conceptos para un "cañón electromagnético" producidos bajo SDI, tiene el potencial para disparar proyectiles a una velocidad en exceso de 8.6 millas por segundo. Estos pequeños pasos hacia un mundo hasta ahora desconocido de armamentos ofensivos comprueban que estamos desarrollando la capacidad de defendernos contra una amenaza mucho mayor que las armas nucleares de países enemigos. Esta es la posibilidad que tanto temor ha ocasionado entre Greer y sus correligionarios.

El Proyecto Disclosure pide, por último, que "se haga cumplir la veda sobre las armas en el espacio, y prohibir el rastreo de cualquier objeto extraterrestre, puesto que dichas acciones son injustificadas y pueden poner la especie humana en peligro". En vista del afán militar del Gobierno Americano, y su falta de miramientos en cuanto al desarrollo de sistemas bélicos avanzados, las esperanzas son pocas.


Fuente: por Scott Corrales, Derebote Digital

2 comentarios:

  1. Demasiado interesante, estimado Scott.
    Es una lástima que el hombre en sí (salvadas excepciones) sea bélico por naturaleza. Y que en el caso de tener todo el poder oficial y tecnológico, no ceda en su empeño por militarizar ahora el espacio sideral que nos rodea. Aunque se argumente -pienso- que es "con fines de protegernos a los hermanos terrícolas, de la maldad de los vecinos siderales", no dudo las intenciones sean más de manipuleo y sobreproteccionismo de la humanidad, a la par que contenga una ambición hegemónica.
    El tiempo lo dirá.

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  2. Estimado Luis soy DC Blogger y tomé este artículo de Scott para poder compartirlo con más personas. Con respecto a tu comentario totalmente de acuerdo, parece que el hombre sin importar el grado de civilización que alcance no puede controlar su instinto de poder letal. Es como que el saberse que puede destruir de cerca o a distancia, exterminar lo hace sentirse poderoso. Esperemos que al final la razón prime sobre la "barbarie" disfrazada en auto protección. Gracias Luis por tu comentario

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